NAVIDAD EN LA PRISIÓN: Una luz en la oscuridad.
Notamos que se acerca la Navidad cuando se encienden las luces en las calles, cuando los comercios lanzan campañas publicitarias de ciertos productos, cuando las escuelas entran en vacaciones… En la cárcel no se encienden lucecitas, no se compran productos navideños, ni hay vacaciones en el cumplimiento de las condenas…
En la cárcel, la Navidad se vive con un plus de soledad y nostalgia por la familia. Resulta difícil encontrar alternativas adecuadas para el “molts d’anys”, “al Bon Nadal,” al “pròsper any nou…” Los años allí pasan lentamente, la Navidad no es buena lejos de quienes más amamos y el próximo año seguramente no será mucho mejor que el actual.
Sin embargo, celebramos la Navidad dentro de la cárcel, compartiendo la ternura del Dios – Amor que se encarna en nuestra realidad, también en la de aquellos que padecen soledad y añoranza dentro de esos muros.
El Adviento y Navidad nos ofrecen la oportunidad de poner luz en una realidad demasiado oscura, olvidada y menospreciada por una sociedad que piensa que la cárcel le aporta seguridad. También queremos aprovechar para mostrar a quien quiera conocer algunos aspectos concretos de su situación de los privados de libertad. Conocer es el mejor antídoto para el miedo, el temor a lo desconocido.
No nos cansaremos de repetir que en la cárcel hay mayoritariamente drogadictos, enfermos mentales y pobres. Muchos no deberían estar allí.
Lamentablemente, muchos privados de libertad han sido condenados sin una defensa real, adecuada, implicada por parte de quienes tienen el deber de hacerlo, ya sea por oficio o cobrando lo que consideran justo.
A menudo, las atenciones que reciben los internos son insuficientes. Los internos no se sienten atendidos, escuchados, por aquellos que tienen la responsabilidad de hacerlo. Faltan profesionales, funcionarios, psicólogos, trabajadores sociales, médicos, enfermeros, juristas…
Con estas significativas carencias, la reinserción que teóricamente se pretende se vuelve muy difícil de llevar a cabo. Experimentamos con impotencia cómo parece que todos son devorados por un sistema que no solo no educa, sino que provoca secuelas de por vida.
Hoy en día no se justifica de ninguna manera el tipo de prisiones que tenemos. Más pronto que tarde nos avergonzaremos de haber mantenido a personas en el régimen en que se vive en las cárceles de hoy.
Otro cumplimiento de penas es posible y deseable. Hay instrumentos para hacerlo posible. De hecho, cuando interesa, se reforma el código penal, se despenalizan delitos, incluso se amnistían si la ocasión lo aconseja.
Una lectura atenta de los derechos humanos justificaría medidas extraordinarias para salvar la dignidad de tantas personas que se encuentran en la sombra, en la oscuridad de un presente y un futuro sin esperanza.
La Pastoral penitenciaria, la iglesia de Mallorca en la cárcel, al mismo tiempo que denuncia esta realidad arrojando luz sobre ella, está siempre comprometida en contribuir, en la medida de las posibilidades, a humanizar el medio y a acompañar procesos de humanización con los más vulnerables que padecen esta situación.